Autora: Cata G. Puelles I catagonzalez@creandoeducacionsocial.com
Soy Cata, hoy vengo a escribir y reflexionar con vosotras sobre la realidad que
rodea a las mujeres con discapacidad.
Estas son doblemente excluidas, ignoradas, desatendidas, y vulnerables porque forman
parte de dos colectivos que sufren violencias (institucionales, laborales, escolares, económicas…).
Como mujeres, nos distancia de la igualdad de oportunidades reales, de los
empleos, del ocio, de la medicina, y de muchos otros ámbitos de nuestras vidas, en las
que el género determina la desigualdad de oportunidades.
Dicho fenómeno se magnifica en el caso de que a estas mujeres se les diagnostique
alguna discapacidad, del tipo que sea.
Las oportunidades de lograr una equidad se dividen y se produce una anulación y cancelación de los derechos de las personas.
En el sistema educativo, no se produce una integración real de las personas con diversidad funcional, ni se busca, ni se espera que consigan llegar a un nivel de educación superior, en el que, pese a existir protocolos, programas y legislación al respecto, en la práctica todo esto es demasiado relativo y “borroso”; pues en muchas ocasiones depende del interés de las profesionales, y sobre todo la lucha de las familias para visibilizar y pedir que se cumpla una educación inclusiva y real.
Existe una mala integración, adaptación en las oportunidades formativas, afectando directamente a la preparación necesaria para el empleo. Es decir, una persona con discapacidad tiene más barreras (visibles e invisibles) para acceder a la educación superior.
Y si logran un puesto laboral, tienen mayores dificultades a la hora de adaptación al puesto de trabajo, sosteniendo en muchas ocasiones mitos sobre la validez de la persona para realizar el puesto de trabajo. Es decir, muchas personas piensan que la mujer con discapacidad no está preparada para ese desempeño profesional pero a la empresa «le compensa» contratarla.
¿Nadie se plantea que igual es una mujer totalmente válida para realizar ese puesto?
Y por último, y no menos importante, hay algo que marca y define la vida de las
mujeres con discapacidad y es el estilo de educación familiar y el trato recibido,
porque estas mujeres tienen más probabilidad de sufrir violencias (de género, e
intrafamiliar) por parte de distintos miembros de la familia… qué más tarde, se pueden
traducir en un establecimiento de relaciones sentimentales tóxicas o de violencia en
las que una vez más, ellas se vuelven víctimas de un sistema machista en el que no
están incluidas, y donde una situación de vulnerabilidad como es una discapacidad, te aleja más de la inclusión social.
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